sábado, 21 de diciembre de 2013

Sin embargo ella sabía que su mirar resplandecía, sus parpados parecían areolas celestiales de mundos inexplorables. Sus cejas bien formadas, sus pestañas rizadas, altas y esponjaditas. La sinceridad del espejo le reflejaba una belleza natural y sostenible. Esas mejillas resaltadas, rosadas bien marcadas y su boquita de cereza, esos labios maestros arquitectos de los sueños en mis noches. En el deseo de besarle, de mezclar mi voz con la de ella cantando la tonada de las bocas, encorando a los besos la sensación de hablar sin decir nada. Un beso es el recital más bello del mundo que no dice nada pues cuando las bocas callan y los besos dicen tanto es preferible no decir nada pues es el corazón y el cuerpo quien se entiende y se habla. Buscó la sombra perfecta para sus parpados y en silencio frente al espejo se quedo mirando y con una luz indescriptible en su mirar se pinto... No obstante, el color de sus labios, el aroma de su boca y el color de su cabello bastaba así de simple para admirar su belleza. Las yemas de sus dedos hicieron la mezcla de la timidez y cubrió su nariz con el tinte negro de la seducción. Sus ojos divinamente bien delineados con ese rimel extracto de piel de ángel. Suspiro y sintió un alivio en sus adentros mas la pasión por verle era mucho mas fuerte que la timidez que se escondía detrás de ese antifaz. Halló seguridad, belleza y enigmáticamente corrió su labios entre sus labios frunciendo el enseño mórbidamente e imagino un beso.

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Firmas encarnadas